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Refrescos de cola

Desde hace tiempo México es uno de los países con mayor consumo de refrescos de cola, lo cual no es precisamente para sentirse orgullosos, pues ello habla de que la salud de los consumidores puede verse afectada en más de un aspecto; entérese por qué.

Se estima que el consumo anual de refrescos de cola en México es de 140 a 150 litros por habitante, uno de los más altos a nivel internacional, comparable con lo bebido en la India, Estados Unidos o Brasil. La causa principal de que esto suceda, de acuerdo a un estudio publicado por la Asociación Mexicana de Estudios para la Defensa del Consumidor (Amedec), es la mala calidad del agua para beber que impera en el país.

Antes de hablar de lo que sucede en el organismo tras consumir refrescos de cola, recordemos que la bebida de este tipo más popular del mundo fue inventada en Atlanta, (EU) en 1886, por el farmacólogo John Styth Pemberton, quien buscando una cura para el dolor de cabeza y la resaca (cruda) mezcló una serie de ingredientes, entre los que se encontraban:

Hojas de coca. Planta cultivada en América del Sur y consumida por los indígenas de las regiones cercanas a los Andes; es rica en vitaminas A y C, calcio, hierro, fibra, proteínas y calorías. De ella se obtiene, tras elaborado proceso químico, la popular cocaína.

Nuez de cola. Fruto tropical llevado a América por los esclavos africanos, quienes reconocían en él la capacidad de aumentar fuerza muscular y agilidad mental, además de combatir el insomnio y estimular digestión y apetito sexual, debido al efecto de su compuesto esencial, cafeína.

Como podrá imaginarse, la bebida (que empezó a comercializarse como tónico para curar cualquier mal) tuvo un impacto formidable, al grado de que se comenzó a embotellar en 1894 para su venta en todo Estados Unidos; cabe aclarar que sería hasta 1903 cuando se decidió modificar su fórmula original, de modo que las hojas de coca fueran sometidas a un proceso químico para eliminar la cocaína. Es de entenderse que con el paso del tiempo la industrialización del producto ha traído la incorporación de conservadores y otros ingredientes, de los cuales hablaremos a continuación.

Si bien la popularidad de la bebida de cola ha sido motivo de comentarios a favor y en contra en sus más de 100 años de historia, México no se ha quedado a la zaga en cuanto a la investigación del tema, sobre todo a partir del lugar preponderante a nivel mundial que significa su consumo para las empresas fabricantes.

Según la Amedec, el consumo de refrescos de cola “constituye la mas grave distorsión de nuestros hábitos de alimentación, pues además de que lleva a la ingestión de calorías vacías, es decir, con cero proteínas, vitaminas y minerales, a la larga provoca pérdida del apetito y malnutrición”.

El juicio anterior se emite tras profundos estudios por parte de científicos de la institución antes señalada. Es así que uno de los principales argumentos indica que el consumo de dichos refrescos favorece la incidencia de fracturas y la dificultad para la absorción de calcio por parte de los huesos (desmineralización ósea).

En nuestros días, uno de los principales compuestos de la bebida de cola es el ácido fosfórico, empleado como aditivo y cuyo efecto en el organismo es desmineralizante de la estructura ósea, ya que el fósforo obstaculiza la absorción de calcio por parte del cuerpo. Por si fuera poco, la combinación del mismo ácido con azúcar refinado y fructuosa dificulta la absorción de hierro en el organismo, lo cual puede llevar a anemia; ambos argumentos son peculiarmente importantes en niños, adultos mayores y embarazadas, de manera que se recomienda para ellos no consumir en forma exagerada esta bebida.

Por otra parte, los azúcares contenidos en el refresco colaboran en la formación de la placa dentobacteriana, la cual contiene microorganismos que paulatinamente disuelven el esmalte que cubre a las piezas dentales, debilitándolas y afectando su pulpa hasta producir caries.

El gas carbónico, que da el sabor ácido y fresco, y atenúa el gusto dulce en algunos paladares, “es causa de adicción psicológica”, asegura Amedec.

La cafeína se obtiene principalmente del café, pero igualmente se extrae de otros frutos o plantas; se trata de una sustancia excitante que en dosis moderadas (dos tazas de café o 200 miligramos por día) produce efectos agradables en el organismo, como pulso cardiaco más amplio y fuerte; aumenta ligeramente la tensión arterial; estimula al sistema nervioso, por lo que facilita el trabajo intelectual y actividad muscular, además de que disminuye la sensación de cansancio.

Sin embargo, si las cantidades ingeridas son elevadas (400 a 600 miligramos diarios), puede dar lugar a taquicardia, insomnio, dolor de cabeza, temblores y crisis de ansiedad. Las autoridades reconocen a la cafeína como droga adictiva que tomada en frío acelera su acción, lo que explica la razón de que millones de personas en el mundo no pueden vivir sin beber refrescos de cola (una lata de esta bebida contiene aproximadamente 50 miligramos de cafeína).

Asimismo, la sustancia aumenta las secreciones digestivas, lo cual puede propiciar úlceras o gastritis (inflamación e irritación de la mucosa gástrica), efecto que se incrementa al mezclar esta sustancia con gas carbónico (responsable de las burbujas características) y el ácido fosfórico.

Hay que considerar que los efectos de la cafeína en los niños son mayores, debido a su menor peso corporal; incluso, hay investigaciones que relacionan el consumo de esta sustancia con el desarrollo de hiperactividad y agresividad en chicos, así como trastornos de sueño y migraña. Resulta obvio que la ingestión en los pequeños debe moderarse.

El aditivo e-150, que proporciona el característico color a los refrescos de cola, ha sido asociado a deficiencia de vitamina B6 (contribuye al buen funcionamiento del sistema nervioso central), así como a hiperactividad y bajo nivel de glucosa en sangre.

Los refrescos (no solo los de cola) están compuestos básicamente de azúcares como sacarosa, glucosa y fructosa, los cuales representan la energía que el organismo necesita para funcionar. Cuando éste no alcanza a consumir todos los que se han ingerido, los que permanecen son transformados en grasas que se acumulan en el cuerpo, dando pie a obesidad y sobrepeso.

Hay estudios que afirman que una persona que consume 1 litro de refresco al día, al cabo de tres semanas habrá aumentado 1 kilogramo de peso. Actualmente las fabricantes de refrescos de cola ofrecen al consumidor alternativas a lo anterior, como las variedades llamadas sin calorías o light, que sustituyen el azúcar común por edulcorantes no calóricos (ciclamato, sacarina o aspartame), adecuadas para personas que llevan a cabo regímenes de control de peso o que padecen diabetes o elevados niveles de triglicéridos y colesterol.

Efectivamente, se logra aportar apenas una caloría por ingesta, pero debe considerarse que las cantidades de cafeína, fósforo y demás sustancias son las mismas, así como sus consecuencias; valga mencionar que hay investigaciones que refieren que consumir grandes cantidades de sustitutos de azúcar (aun no siendo refrescos) puede afectar seriamente los riñones.

Finalmente, hay que señalar que los efectos nocivos mencionados varían de persona a persona, y que no es nuestro propósito influir en su decisión de aumentar o disminuir la cantidad que consume de la bebida, sino mostrarle las características de sus principales compuestos y que sea usted quien los valore. Tenga en cuenta que los refrescos de cola, consumidos ocasionalmente y en cantidades razonables, pueden considerarse inofensivos.

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